viernes, 11 de octubre de 2019

Un adiós a Tamara Castro: cuando el canto argentino perdió parte de su sentimiento y esencia

Un adiós a Tamara Castro: cuando el canto argentino perdió parte de su sentimiento y esencia | Análisis Con la trágica muerte de Tamara Castro, ocurrida entre las localidades santafesinas de Ataliva y Humberto Primo, el canto argentino pierde a una de sus voces más sobresalientes y a una verdadera obrera que con voluntad inquebrantable, peleó desde muy abajo el lugar que con sobrados méritos había alcanzado. No pertenecía al reducido grupo que se disputa cada año los primeros lugares por convocatoria en los grandes festivales. Junto a varios calificados artistas, se sentía cómoda ahi, en una segunda línea y tomando distancia de la voracidad del mercado ante el que no claudicó y al que no le entregó su arte. La sentencia Yupanquiana era la bandera que identificaba su destino cantor: " La luz que alumbra el corazón del artista, es una lámpara milagrosa que el pueblo usa para encontrar la belleza en el camino, la soledad , el miedo, el amor y la muerte. Si tu no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas, ni sufres, ni gozas con tu pueblo, no alcanzarás a traducirlo nunca". Sin demagogia, sin doble discurso, Tamara supo traducir a su pueblo sin traicionarlo jamás. Tal vez porque no le entregó su voz a los mercaderes, era resistida por algunos personajes con alguna cuota de poder en el ambiente en el que se proyectan las "figuras". El poeta Jorge Mlikota dijo de ella hace un tiempo: "Tamara Castro es natural, espontánea; admirada y resistida; es un diamante que brilla conservando el barro que le dio orígen; es sensible, inteligente y tiene el tiempo a su favor". Precisamente con el autor de "Jazmin de luna", encontró la obra con la que su canto comenzó a cobrar altura. Aunque para decirlo correctamente, la "Zamba de amor en vuelo" y la cantora, se necesitaban mutuamente. No fue casualidad que un día en la casa de Jorge Mlikota, Tamara Castro, nacida el 4 de diciembre de 1972 en el Partido Bonaerense de Ensenada y radicada desde los tres años en Brandsen, encontrara entre los escritos del poeta, esa media zamba que de inmediato colgó en su garganta para llevarla siempre por todos los caminos como su propia identidad... "Estremecidos de cielo/ yo vi tus ojos llorar / La noche pide guitarra/ la zamba busca el camino/yo no te puedo olvidar". Con 34 años, la carismática artista había logrado un prolífero aporte al cancionero nacional con sus obras "Pasiones" (1997) , "Revelaciones" (1999), "Resplandor" (2000), "Lo mejor de mi" (2002), "La Patria digna" (2003) y "Vital" (2006). El comienzo de su trabajo artístico de 2007, estaba programado para el viernes 5 de enero en Diamante en el Festival Nacional de Folklore. Posteriormente tenía previsto participar del Festival de la Canción en Viña del Mar y en el Festival de Cosquín, donde éste año recibió una distinción por la interpretación de la obra "Paradojas" de Jorge Mlikota. En la madrugada del 8 de diciembre, a solo cuatro dias de haber cumplido 34 años, Tamara, colgó en los aires santafesinos sus últimas canciones. A las diez y media de ese mismo día la tragedía quebró el ala que canta; la muerte silenció su garganta y llenó de dolor el corazón de quienes supimos de su calidad humana, de quienes disfrutamos de sus ocurrencias, de esa alegría que mostraba arriba de los escenarios y en las reuniones con amigos. Generosa, solidaria, informal, intuitiva, Tamara era el canto primitivo de la tierra trepándose a su garganta. Jorge Mlikota ha perdido a una aliada. Con la muerte de la cantora, los poemas permanecerán silenciados porque la musicalidad de su garganta ya no podrá darles vuelo. Ya no la veremos vestida de negro y de sombrero abrazada a los seis rumbos sonoros, vital y necesaria... No estará, "pero ninguna tumba guardará su canto".

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